jueves, noviembre 18
Sólo porque quisiera gritar a todos los que están sentados, escupir en sus archivos, cantarles, morderles, patalear cualquier objeto, limpiar mis zapatos, correr de punta a punta, quitarme la ropa maldita, las cuerdas, hacerles muecas dolorosas, secarme el sudor, manchar la moqueta, lanzar bolas de plata, quemar al portero, meter las flores en el frigorífico, oler la suficiencia de cerca, pasar la aspiradora, llegar vestido de sacerdote, fundir las pantallas, ser insultado, forcejear con las corbatas, tener excusas, sólo por las excusas, sólo porque quisiera darles excusas y decir"levantaos y largaos ya de aquí, moscas", y todos largarse como moscas volviéndose para mirar como sigo gritándoles "largaos, moscas de mierda" porque me siento mejor y no porque lo sean, y pintarme las pestañas con fluorescente y líneas de rojo inclinadas en la cara, bailar, girar en círculos y convencerme, sí, convencerme antes del minuto de miedo que en un momento u otro sucumbe, frío y pesado y viscoso, lleno de imágenes entrañables, cuando hay que detener la contrición y pisar los retratos de la memoria, declinar los espejos, no mirarse bajo ninguna circunstancia, no recordar a nadie, no pensar en ese cuarto de hora contigo, fumando en un banco, no recordar la música, las cosquillas, el pan caliente, y esperar a que suban los bomberos, los consejeros, los contables, los enfermeros, los domadores de tigres, los músicos, los carteros, los electricistas, los químicos, los repartidores de butano, los presentadores de certámenes, los alcohólicos, los mecánicos, los poetas, los cruppieres, los militares, los informáticos, los jardineros, los economistas, los jueces, los libreros, los peones, los creyentes, los educadores sociales, los payasos, los camareros, los taxistas, los terapeutas, los coreógrafos, los proxenetas, los arquitectos, los estudiantes, los carniceros, y con el botón en la mano decir: "porque no ha servido para nada"





